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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

jueves, 25 de noviembre de 2010

Papelitos

"Le entregaron el volumen del profeta Isaías, desenrolló el volumen y halló el pasaje donde estaba escrito:

. «El Espíritu...»

Enrolló el volumen, lo devolvió al ministro y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles...
"



Escenario 1: Un político sale a la tribuna, saca un papelito del bolsillo y se pone a leer su respuesta al anterior ponente.

Escenario 2: El obispo se acerca al atril y comienza a leer la homilía que ha preparado minuciosamente proveyéndola de abundantes citas y referencias.

Escenario 3: El afamado escritor comienza la presentación de un programa de televisión declamando lo que le chivan por un “pinganillo” dispuesto en su oído. El texto lo ha redactado días antes volcando en él todas sus dotes literarias.

Situación de los oyentes en los escenarios 1, 2 y 3: Pérdida de interés, dificultad en seguir el hilo argumental, aburrimiento, aburrimiento, aburrimiento...





Señores políticos, obispos y oradores en general, vamos a ver si nos enteramos. No es lo mismo el lenguaje hablado que el escrito. Un texto literario está concebido para ser leído, y su exposición hablada dificulta su inteligibilidad. Cuántas veces sucede que alguien se topa con un escrito interesante y se decide a leérnoslo en voz alta, pero a poca complejidad que tenga, se nos hace tan trabajoso seguirlo que preferimos que nos lo dé y leerlo nosotros mismos.

Además, salvo que uno se llame Constantino Romero, la calidad en la dicción que hay que tener para que un texto leído en voz alta sea atractivo raya en lo imposible.

Por favor, limiten sus pretensiones de precisión y brillantez, y sean considerados con su audiencia. Llega mucho más un discurso sentido y expuesto con cierta espontaneidad (que paradójicamente puede estar muy preparado) que la escucha de una perorata leída. No puedo imaginar a Cicerón leyendo sus discursos, ni a Jesús conmoviendo a sus seguidores mientras leía en alta voz las parábolas.

No nos lean, que eso sabemos hacerlo solitos. ¡Háblennos!

2 comentarios:

  1. Exacto, además en la lectura uno vuelve, avanza, retrocede, se recrea, algo impensable en el oyente porque a partir de ese instante pierde el hilo. Me encantaría que nos hablara, por ejemplo Rouco, y acabara diciéndonos, si te interesa seguir profundizando, tengo una pijadita colgada en conferenciaepiscopal.es. En fin, seguiré gozando peroratas descubriendo el punto crítico donde comienza el zzZZZZ.

    Gran locutor Constantino, buenos ratos del Tiempo es Oro.

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  2. NIP, la verdad es que cuando veo que alguien va a dar una homilía, discurso, confercia, etc. con un papelito en la mano, ya me empiezo a enfermar. ¡Que se lo preparen, por Dios!

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