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BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

viernes, 31 de agosto de 2012

El próximo genio de la ciencia


A lo largo de la historia ha habido un puñado de personas que han aportado una perspectiva novedosa y fecunda a las ciencias. Copérnico y Galileo con su heliocentrismo; Newton con su física; Darwin con su teoría de la evolución; Einstein y su teoría de la relatividad, etc. Después, otros hombres han desarrollado estas disciplinas, a veces de forma polémica con respecto a sus alumbradores, pero siempre teniendo que contar con lo que estos dijeron.

Yo creo que el siguiente gran salto ha de ser la explicación de los mecanismos de la evolución. Está muy en boga la teoría del mutacionismo, según la cual, la alteración casual de un gen incorpora una novedad en el individuo afectado que en caso de hacerlo más apto para la supervivencia acaba prevaleciendo en su especie. El ejemplo típico es el del conejo albino surgido de una raza de conejos grises; si resulta que viven en un hábitat de nieve, se camuflará mejor y sobrevivirá en mejores condiciones, de modo que al cabo de varias generaciones su descendencia será la que prevalecerá y habrá una nueva especie de conejos blancos, desapareciendo la de conejos grises.

El mutacionismo me parece una teoría demasiado pobre, que sale al paso con ejemplos básicos como el del conejo blanco, pero no resuelve casos como la aparición de órganos complejos tales como los ojos, los pulmones o los riñones.

Einstein afirmaba que Dios no juega a los dados; y, si no lo hace en la física, no sé por qué habría de hacerlo en la biología. Que un insecto tenga una apariencia anatómica igual al palo en el que vive, o una mariposa se mimetice con el árbol sobre el que se posa, no parece que tenga que ver con variaciones casuales. Todo apunta a una adaptación programada, no azarosa. El próximo genio de la ciencia será quien explique cómo funciona esa programación. Permanecemos a la espera.

 

jueves, 30 de agosto de 2012

La paranormal amistad de Wagner y Hitler


Me desayuno con el siguiente titular del ABC: “Katharina Wagner: «No tenemos ningún secreto nazi escondido»” ¡Caray, parece el principio de una novela de misterio! Pero cuando empiezo a leer la noticia, mi sorpresa se dispara:

"Que el Festival de Bayreuth siempre ha vivido bajo sospecha no es ninguna sorpresa. Las simpatías de su fundador, el genial músico Richard Wagner, por la ideología nazi, así como su amistad personal con el dictador alemán, han contaminado la imagen que siempre se ha tenido de este certamen.”

Me froto los ojos y releo un par de veces la noticia. Definitivamente, esto da para una novela de fenómenos paranormales. Wagner murió en 1883, y Hitler nació seis años después, en 1889. Sin embargo la “amistad personal” (sic) de ambos ha contaminado la imagen del Festival de Bayreuth.
Está claro que la Humanidades no ocupan el precisamente el primer puesto en los actuales planes de estudios, y ni siquiera en el ABC.


Nota: Tras varias horas manteniendo la alucinante información colgada, ABC ha modificado la noticia retirando el párrafo aquí citado. Quizá reserven la exclusiva para el programa "Cuarto Milenio".

miércoles, 29 de agosto de 2012

Más sobre Francia en la II Guerra Mundial, o porqué De Gaulle es un mito nacional


Interesante análisis del periodista francés Jean Sevillia en su libro Históricamente Incorrecto (Ed. Ciudadela) a propósito del papel de De Gaulle en la Segunda Guerra Mundial:



“De Gaulle no tiene dudas de que encarna la legitimidad francesa. Pero como no puede haber dos fuentes de autoridad, desde el 26 de junio de 1940, mientras Pétain es legal y constitucionalmente presidente del Consejo de la III República (el Estado francés se formó el 11 de julio), le declara la guerra. Éric Roussel demostró que De Gaulle, para hacer pedazos la imagen del mariscal, exagera a propósito. Pero lo exige su estrategia de ruptura. En 1940, ¿qué peso tiene De Gaulle al lado del vencedor de Verdún? Ninguno. Y sin embargo la historia va a invertir su destino. El prestigioso mariscal dispone de bazas que perderá poco a poco y, merecido o inmerecido, el oprobio quedará ligado a su nombre. El general desconocido, que partió solo, logrará su fin y hará de su nombre un mito nacional.

La fuerza del general De Gaulle radica en su audacia profética. Ya en el mes de junio de 1940, previniendo la coalición que se formará contra Hitler, apuesta por la derrota de Alemania. Le anima una segunda intuición: si Francia quiere tener voz y voto después de la victoria, es necesario que esté presente al lado de las potencias en guerra contra el Reich. De Gaulle luchará, pues, para imponerse a los británicos, que le dan refugio al mismo tiempo que buscan utilizarlo en el sentido de sus intereses. Sus relaciones con Churchill serán caóticas, pero Inglaterra reconocerá enseguida a la Francia Libre.

No ocurrirá lo mismo con Estados Unidos. Roosvelt le atribuye intenciones dictatoriales, de modo que el general deberá esperar mucho tiempo el apoyo americano, que le será concedido con parquedad. A De Gaulle no se le informará del desembarco de 1942 en África del Norte («Espero que la gente de Vichy los eche al mar», exclamó en un momento de furor), ni del desembarco de 1944 en Normandía. En Teherán, en noviembre de 1943, Churchill, Roosvelt y Stalin se pondrán de acuerdo para excluir a Francia de las negociaciones posteriores a la guerra. En 1944, los americanos habían previsto tratar a Francia como territorio ocupado, sometido a una administración militar, la AMGOT (Allied Military Government of the Occupied Territories): será necesaria la energía del general para hacer fracasar este plan e instaurar, en contra de la voluntad de Roosvelt, un gobierno francés después de la liberación. Tampoco se invitará a De Gaulle a Yalta (febrero de 1945), ni a Postdam (julio de 1945), las dos grandes conferencias que determinarán el destino de Europa.

Sin embargo, lo esencial está aquí. En junio de 1940, Francia fue militarmente aplastada. En mayo de 1944, el cuerpo expedicionario francés en Italia, dirigido por el general Juin, lleva una campaña admirable en el Garigliano y entra en Roma un mes más tarde. El 15 de agosto, el primer ejército francés del general De Lattre de Tassigny pisa el suelo de Provenza. El 25 de agosto, la segunda división blindada del general Leclerc desembarcada en Normandía, libera París. Francia ha recobrado el honor de las armas. El 8 de mayo de 1945, en el acto de capitulación del III Reich, De Lattre está presente en Berlín. «He conducido a los franceses mediante los sueños», decía De Gaulle. El sueño de haber colocado a la Francia vencida en 1940 en el bando de los vencedores de 1945”.

lunes, 27 de agosto de 2012

Barba de verano


Verano, noche calurosa, insomnio, pereza matinal, todo el mundo de vacaciones mientras yo salgo en estampida al trabajo. Decidido, me dejo crecer la barba y así me ahorro el afeitado. Igual hasta queda bien. Miguel Bosé es un sex simbol y bien que presume de ella. Luego están Johnny Depp, Iker Casillas, Brad Pitt... Vamos, el Panteón completo de los hombres de la fama.

Voy de excursión con mis ratitas. Jugando con la de cinco años descubre algunas canas en mi incipiente vello facial.

-        ¿Qué tal estoy con la barba? –pregunto-. Igual es mejor que me la afeite porque me hace viejo.

-        ¡Papá,  pero es que tú eres viejo! –responde con absoluta convicción.

Los personajes que bailaban en mi cabeza ahora han cambiado; surgen Valle-Inclán, Bakunin, Marx, Kropotkin… , vamos, la alegría de la huerta. Definitivamente, en cuanto acabe el verano me afeito la barba.

martes, 21 de agosto de 2012

Perversa compasión ("El milagro de Ana Sullivan")



Las vanguardias se caracterizan porque tan pronto surge una novedad, quedan anticuadas. Por contra, lo propio de los clásicos es que son siempre actuales, carecen de fecha de caducidad.
 
Recientemente he visto un clásico del cine que, como tal, goza de una vigencia envidiable. Me refiero a “El milagro de Ana Sullivan” (“The Miracle Worker”), estrenada en 1962. En esta película se cuenta la historia de una niña ciega y sordomuda malcriada por sus progenitores, quienes se ven incapaces de hacerse con ella. Desesperados, contratarán a Ana Sullivan, joven con un pasado particularmente duro. A partir de ese momento comenzará una encarnizada lucha de la institutriz por disciplinar a su díscola alumna y por hacerle comprender el lenguaje de signos.
 
Pero el mayor problema con el que se encuentra Ana Sullivan no es la imposibilidad de comunicarse con la niña o su díscolo carácter, sino, curiosamente, la compasión de los padres. El afán protector de estos dificulta enormemente la labor encomendada a la señorita Sullivan. Hay una escena, particularmente dura, en la que la institutriz se enfrasca en un desenfrenado combate con su pupila, con el objeto de que esta coma en la mesa y use los cubiertos. En un tiempo tan políticamente correcto como el nuestro si alguien se hubiera atrevido a hacer algo así habría sido condenado por malos tratos, inhabilitado para ejercer la docencia, o se habría arriesgado a perder la custodia de sus hijos si los tuviera; sin embargo, la razón de este modo de obrar es precisamente ayudar a la niña, y eso no es posible si no se consigue establecer algo tan fundamental como un principio de autoridad. Pese a las situaciones tensas y aun dramáticas que se producen a lo largo de la película, en ninguna ocasión la maestra pretende perjudicar a su pupila, muy al contrario, cuando a los padres les invade el desaliento y compadecidos del sufrimiento de su pequeña pretenden tirar la toalla, será Ana Sullivan la que contra viento y marea luche por sacar adelante a aquella criatura, aunque sea enfrentándose a ella y a sus progenitores.
 
El milagro de Ana Sullivan” nos recuerda unas cuantas cosas importantes, de las cuales voy a subrayar dos: La primera, que ejercer la autoridad sobre aquellos que están bajo nuestra responsabilidad (los padres sobre los hijos, los profesores sobre los alumnos, los obispos sobre los sacerdotes, etc.) es una obligación, y que privarles de dicha autoridad es una estafa que se les hace, aunque con ello obtengamos mil carantoñas y nos evitemos “meternos en problemas”.
 
Y la segunda, que la compasión mal entendida puede ser perversa. Hace tiempo que estamos asistiendo a un debate en el que se pone sobre la mesa algo tan escalofriante como la “muerte por compasión”: un niño con alguna tara, un embrión con malformaciones, un anciano incapaz, un enfermo crónico; nos parece su sufrimiento es contrario a la condición humana y que, antes que padecerlo, cualquier otra alternativa es mejor. La actitud de Ana Sullivan ante una niña desahuciada nos enseña algo muy distinto: que el sufrimiento no es extraño a la vida, aunque desde luego no sea deseable; que no se debe perder la esperanza; que el bien del otro nos puede hacer exigentes; y que la compasión no nos debe eximir de hacer lo correcto en beneficio de la persona a la que decimos querer.
 
En fin, una película archirrecomendable.
 

lunes, 20 de agosto de 2012

El precio a pagar


Impactante. Así se puede definir “El precio a pagar”, libro que narra la conversión al cristianismo de su autor, un iraquí perteneciente a una influyente familia musulmana que ve cómo la vida que ha llevado se va al traste tras abrazar su nueva fe. Desde ese momento en torno a él se va a desatar una fanática hostilidad que alcanzará a sus propios padres y hermanos, que llegarán a desearle la muerte.
Hay algunos aspectos que me han llamado particularmente la atención. En primer lugar, desde luego, la absoluta falta de libertad religiosa en una sociedad mayoritariamente musulmana, por muy laicos que se declaren sus gobiernos. No sólo se manifiesta en la marginación de los cristianos y persecución de cualquier forma de proselitismo o conversión, sino en el pánico que los propios cristianos sienten por el simple hecho de acoger a un converso. A Mohamed se le cierran una tras otra las puertas de iglesias, comunidades y monasterios de los amedrentados cristianos que temen que las iras de los musulmanes caigan sobre ellos si sospechan que acogen a un converso. El peregrinaje de Mohamed buscando acogida dura años, para,  finalmente, ser bautizado en secreto en un país vecino.

También me ha llamado la atención la actitud ejemplar de su esposa. Siguiendo las costumbres del país, es un matrimonio de conveniencia establecido entre sus dos familias. En principio no parece haber un especial afecto entre los cónyuges, tan sólo la asunción del papel que les viene dado. Pero cuando ella descubra que su marido es cristiano y huya horrorizada con su hijo a la casa paterna, en ningún momento lo denunciará, ni siquiera lo comentará a su propia familia. Luego, pasados unos días, le escuchará para conocer las razones de su cambio de fe. Finalmente ella también se hará cristiana. Acostumbrada a una vida cómoda, se sumergirá en una angustiosa existencia al ser consciente del peligro que corren sus vidas, incluidas las de sus hijos. Pese al auténtico pánico que siente, cuando tenga la oportunidad de salir de país con sus niños, no lo hará, por no abandonar a su marido a su suerte. Realmente conmovedora.
Un aspecto muy de agradecer en el relato es que su protagonista no disimula en ningún momento sus deficiencias, ni las fallas de su carácter. Es un converso, entusiasta, enamorado de Jesucristo, pero ante la persecución, las injusticias, la incomprensión y el odio, no puede evitar que el rencor brote una y otra vez de su corazón. Hay un episodio en que llega a emplear la violencia y reconoce que en una situación similar lo volvería a hacer. No pretende “venderse” como un santito, sólo contar su experiencia de converso que, así desnuda, cobra su verdadera dimensión. En un momento dado, expresa la dificultad que tiene de cumplir el mandato cristiano de perdonar a los enemigos. Y añade que es “fácil” de enarbolar cuando no se tienen enemigos, pero que es verdaderamente dificultoso cuando estos surgen más allá de la voluntad de uno.

Recomiendo vivamente la lectura de “El precio a pagar” (Ed. Rialp), tanto por la historia humana como por acercar al lector a la realidad de ese islam que cada día adquiere mayor relieve, incluido el Occidente. Además, está escrito con agilidad y se lee de un tirón.

viernes, 17 de agosto de 2012

Las universidades españolas a la cola


"Las universidades españolas se quedan fuera de los 200 primeros puestos del ranking de Shangay", reza un titular de prensa. Pero la situación de nuestra universidad no siempre fue así.

Véase lo que escribía Julián Marías a propósito la Faculta de Filosofía y Letras de Madrid en 1931. Préstese atención a los nombres de lista. Todos juntos en tiempo y lugar. Verdaderamente alucinante:

«La nuestra era simplemente maravillosa, la mejor institución universitaria de la historia española, por lo menos después del Siglo de Oro, que está demasiado lejos. En nuestra Facultad enseñaban, a la vez, Ortega, Morente, Zubiri, Gaos, Besteiro, Menéndez Pidal, Gómez Moreno, Obermaier, Ibarra, Ballesteros, Pío Zabala, Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz, Asín Palacios, González Palencia, Ovejero; y como auxiliares o ayudantes encargados de curso, aparte de los ya nombrados, Pedro Salinas, Enrique Lafuente Ferrari, Montesinos, Lapesa... ¿Se podía renunciar a esto, a lo que probablemente era la mejor Facultad de Europa?»

jueves, 16 de agosto de 2012

Gozarse con la naturaleza



Si no se tiene la sensibilidad atrofiada, el contacto con los animales despierta en nosotros una íntima emoción. Poder relacionarse con un ser vivo, interactuar con él, establecer una cierta forma de comunicación, ¡qué delicia!
Creo que la razón es que nos reconcilia con nuestra pertenencia al orden natural. Antes que cualquier valoración de tipo utilitarista es una fuente de felicidad. Pero es que, además, nos proporciona todo tipo de beneficios físicos, anímicos y espirituales.


Hay una realidad que confirma eso que digo, me refiero a la proliferación de terapias con animales. Niños con deficiencias físicas o psíquicas, ancianos, enfermos, reclusos, encuentran en el trato con los animales un estímulo impresionante que los vivifica y potencia sus aptitudes.

En realidad todos los niños, al estar en cierto sentido más libres de adherencias, se sienten atraídos por los animales.
Este verano me hablaba un cazador de la plaga de conejos que se había producido en algunas partes de Castilla. Sin quitarle ni un ápice de razón, le recordé el acoso al que se habían visto sometidos sus predadores naturales, no sólo por la caza sino, en gran medida, por la reducción de sus espacios naturales y por el uso de ciertos pesticidas. No pretendo la ausencia del hombre en la naturaleza, sino, precisamente, su integración armónica en ella.


Un mundo sin naturaleza es un mundo inhumano. Por eso acabar con la naturaleza en nombre del progreso es lisa y llanamente una gran estafa y el camino más seguro hacia la aniquilación. Dixi.

lunes, 13 de agosto de 2012

La "legalidad" de "lo real"



“La sentencia del Constitucional hace legal lo que ya es real”, declaraba recientemente un destacado dirigente político del País Vasco. La sentencia a la que se refería daba luz verde a la legalización del partido Sortu, al que se vincula con ETA y Batasuna, contradiciendo la sentencia previa del Tribunal Supremo.
Estos días me ha venido a la cabeza la argumentación del político que aplaudía la sentencia por “hacer legal lo que ya es real”, ha sido mientras leía a propósito del colaboracionismo francés con el nazismo. En concreto al toparme con el siguiente texto del filósofo Jean Paul Sartre:

“Es evidente que todos creyeron al principio en la victoria alemana. No obstante, este error intelectual, que permite comprender su actitud, no alcanza a justificarla. He conocido a muchas personas que creían en 1940 que Inglaterra estaba perdida: los débiles se abandonaron a la desesperación, otros se encerraron en una torre de marfil, y algunos, en fin, emprendieron la resistencia por fidelidad a sus principios… Si los colaboracionistas sacaron de la victoria alemana la consecuencia de que había que someterse a la autoridad del Reich, lo hicieron porque había en ellos una decisión profunda y original que constituía el fondo de su personalidad: la de plegarse al hecho consumado, fuere éste el que fuere… por su fidelidad ante los hechos, el colaboracionista “realista” practicó una moral invertida: en lugar de juzgar los hechos a la luz del derecho, fundó el derecho sobre los hechos”.
(La negrita es mía).
Cada cual que saque sus propias consecuencias.

jueves, 9 de agosto de 2012

Carta a Indiana Jones


Estimado Doctor Jones:

Me atrevo a escribirle para pedirle consejo. Comparo la arqueología española con la labor que usted realiza y me doy cuenta de que estamos en pañales.

Hace un tiempo estuve matriculado en Prehistoria y en Historia Antigua en la Universidad. Agárrese con lo que le voy a contar: en ningún momento se habló de tesoros perdidos, civilizaciones ocultas o cráneos extraterrestres. ¡Se lo puede usted creer! Vaya porquería de arqueólogos están formando. Lo más penoso fue el examen final. ¡Preguntaron por el neolítico! Era el último tema. El mismo que un amigo me había dicho que no estudiara porque siempre caía el paleolítico. Así me fue. He empezado a pensar que ese “amigo” debe ser un nazi infiltrado para crear confusión entre los estudiantes. ¿Quién me dice a mí que en vez de Antonio su verdadero nombre no es Rudolf? Desde que tengo esta sospecha, cada vez que lo veo me viene a la cabeza la música de La Cabalgata de las Valquirias. Todo un síntoma, ¿no le parece?

Tengo otro amigo arqueólogo que está trabajando en unas excavaciones en Navarra. ¿Sabe a qué se dedica? A desenterrar con pincelitos lo poco que queda de los muros de una pequeña población celta. ¡Si por lo menos hubiera un casco radioactivo del siglo X portado por un guerrero venido de la China en un barco pirata tailandés! Qué ganas de perder el tiempo el pobre hombre.

Hace unas semanas me dieron un golpe por detrás del coche. Desde entonces tengo molestias cervicales. Eso me ha desanimado un poco porque pienso que quizá no sería capaz de arrastrarme bajo un camión en marcha o soportar una explosión nuclear metido en una nevera. No sé, tal vez la arqueología no sea lo mío. ¿Usted qué piensa?

El alcohol tampoco me sienta nada bien. A la segunda cerveza ya voy mareado y con ganas de ir al baño. Como para meterme al cuerpo una treintena de chupitos de whisky y liarme a continuación en una pelea con soldados nazis. Además, si se me ocurre coger el coche y me para la guardia civil son capaces de quitarme los puntos. Es que en España no se apoya a los científicos, es triste reconocerlo pero es así.

Por cierto, aprovecho para decirle que no se moleste en buscar el Santo Grial. Hace tiempo que lo tienen en la Catedral de Valencia. Está expuesto en una capilla y no lo custodia ningún cruzado ni hay que pasar entre cuchillas asesinas. Aunque no estaría de más hacer alguna sugerencia al cabildo para que ponga un sistema que dispare dardos envenenados a los que llevan el móvil encendido, no paran de sacar fotos o van en semicueros y con chanclas a un lugar de culto. ¿Sería mejor traer unos cuantos yanomanos con sus cerbatanas? Usted conoce mejor el tema. Quizá los pueda asesorar.

Doctor Jones, entre usted y yo tenemos más afinidades de las que puede imaginar. Por ejemplo, usted necesita gafas para dar clase y no las emplea para disparar a cien metros. Pues ha de saber que cuando íbamos a tiro en la mili, el día que olvidé las gafas hice más blancos que cuando las llevaba. En aquel entonces me quedó la duda de si a alguno de mis compañeros de armas le había dado por disparar a mi diana, más que nada por hacerme la gracia de que me seleccionaran para la policía militar, pero ahora creo que no, que los arqueólogos de espíritu disparamos mejor a bulto que en plan técnico.

En fin, no le entretengo más. Estoy seguro de que andará muy ocupado salvándonos de alguna amenaza azteca con derivaciones tibetanas iniciada en el Egipto faraónico. Vamos, lo típico.

Reciba un fuerte abrazo de su admirador y discípulo.

Rafael Hidalgo


lunes, 6 de agosto de 2012

La Francia de Vichy



He estado leyendo últimamente diversos escritos sobre uno de los episodios más inquietantes de la reciente historia europea; me refiero a la situación de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Estas lecturas han culminado con un libro que ya tiene unos cuantos años, y que, me temo, no ha sido reeditado en español: “La Francia de Vichy 1940-1944” de Robert O. Paxton (Editorial Noguer 1974).

 
El autor nos descubre cómo una Francia desmoralizada y dividida, que contaba con el que era considerado hasta entonces más potente ejército de Europa, es derrotada en apenas mes y medio por su vecina Alemania; la misma nación que sólo dos décadas atrás había sucumbido ante los aliados.
Gobierno y parlamento se baten en retirada, para, finalmente, otorgar poderes especiales al héroe de la Primera Guerra Mundial, el mariscal Pétain, de modo que pudiera acordar un armisticio.
“Nadie puede dudar de la alegría y alivio que surgieron después de la cólera, cuando el mariscal Pétain anunció por la radio, poco después del mediodía del 17 de junio, que el gobierno por él formado la noche anterior estaba gestionando un armisticio” (Pg 16).

El miedo al enemigo, al desorden, y a la propia guerra, propició una actitud entreguista. “En Vierzon, ante el río Cher, el populacho dio muerte a un oficial tanquista que deseaba defender los puentes. Un coronel llamado Charly, que el 20 de junio ordenó a sus tropas que rompiesen el cerco que les habían puesto los alemanes cerca de la Línea Maginot, fue muerto a tiros por sus hombres, quienes temían que su jefe «fuese a llevarles a todos al degolladero». (…) Charles de Gaulle recordó amargamente en sus memorias que «ni una sola figura pública elevó su voz para condenar el armisticio». Vale la pena revivir tan penosos recuerdos sólo para destacar que el armisticio no fue la conspiración de una minoría” (Pg 17).

Soldados alemanes integrados en la vida parisina.
En principio, Francia quiere mantenerse al margen de la guerra en la medida de lo posible y hacerse un hueco en la nueva Europa que una Alemania hegemónica va a constituir.
“En el verano de 1940 los más elementales deseos de normalidad y el anhelo de regresar al hogar y reanudar cada uno sus ocupaciones situó a muchos franceses en el sendero de una complicidad cotidiana que condujo, gradual y eventualmente, a un apoyo activo a medidas alemanas que hubiese sido inimaginable en 1940” (Pg 24).
Conviene no olvidar que la Segunda Guerra Mundial empezó con una Alemania nazi aliada de la Unión Soviética de Stalin. De hecho, ambas potencias se repartieron Polonia, tal como habían acordado en el Pacto Germano-Soviético. Así pues, no es de extrañar que el Partido Comunista Francés alentaran la pasividad, cuando no la claudicación abierta, con respecto a la política agresiva de Hitler.

El ministro alemán de Exteriores, Ribbentrop, firma el tratado Germano-Soviético que, entre otras cosas, fija el reparto de Polonia. Detrás, el ministro soviético de Exteriores, Mólotov, y Stalin.
“Los comunistas ejecutaron su viraje el 23 de agosto de 1939 con la pérdida de sólo unos cuantos intelectuales, de modo que el partido por el que un francés de cada seis había votado en 1936 denunció la guerra contra Hitler en 1939 como un fratricidio imperialista cuyo vencedor, ya fuese la City de Londres o los nazis, no incumbía a los trabajadores franceses y alemanes. Atacó, desde luego, a Pétain como lacayo de los capitalistas franceses, y ello permitió al Partido afirmar, después de la guerra, que él había iniciado la Resistencia. Al mismo tiempo, sin embargo, atacó a los aliados como fomentadores de una guerra imperialista y aseguró que Francia sólo podría permanecer libre si evitaba convertirse en dominio británico. «Ni Pétain ni De Gaulle», rezaba un cartel comunista en París en enero de 1941. «Francia no quiere ni la cólera ni la peste»” (Pg 38). Por ello, la Resistencia en esos primeros tiempos fue meramente testimonial, y en ella el Partido Comunista brilló por su ausencia.
Para colmo, Francia, derrotada y declarándose neutral, sufrió un ataque de quienes poco antes habían sido sus aliados. “Los días 3 y 4 de julio, la armada británica efectuó una operación destructiva contra la flota francesa anclada en Mersh-el-Kebin (Argelia) y se apoderó de buques franceses en los puertos de Gran Bretaña, alegando que las promesas verbales de Vichy no garantizaban suficientemente que los alemanes no se apoderasen de la escuadra francesa cuando así se les antojara. Más de 1200 franceses perecieron en esta penosa aplicación de «realpolitik» y, a partir de entonces, De Gaulle tuvo que hacer frente a la acusación de que su movimiento servía de trampolín a los intereses imperiales británicos” (Pg 41-42).

Un detalle del bombardeo británico de la Armada francesa en Mersh-el-Kebin
Este y otros enfrentamientos (como en Siria) estuvieron a punto de desencadenar una guerra declarada con el Reino Unido que en gran medida no se produjo por la falta de autonomía militar de Francia con respecto la Alemania nazi.
Esto nos lleva al punto neurálgico de la cuestión, que se resume en la siguiente afirmación: “La colaboración no fue una demanda alemana a la que algunos franceses accedieron por simpatía o por astucia. La colaboración fue una propuesta francesa que Hitler acabó por rechazar” (Pg 55).
Efectivamente, previendo la victoria Alemana en la guerra europea, el gobierno de Vichy quiso garantizar el estatus de Francia como imperio colonial y buscó un acuerdo con Hitler, de modo que en vez de ser tratada como vencedora Francia fuera considerada como aliada no subordinada, pero el afán revanchista del líder nazi y la prórroga de la guerra más allá de las previsiones iniciales lo impidieron.

De Gaulle tuvo la osadía de hacer un llamamiento a la lucha desde el exilio en el mismo momento en que se proclamaba el armisticio. Su audacia, arrojo y tesón consiguió sentar a Francia entre las potencias vencedoras.
A raíz del enfrentamiento de las tropas francesas de Vichy contra las anglogaullistas en Dakar, en su búsqueda de un acuerdo con los alemanes, el ministro francés de la Guerra general Huntziger escribiría el 26 de septiembre de 1940 al general alemán Von Brauchitsch:
“Es un hecho que entre Francia y Alemania hay un armisticio, pero también es un hecho que Francia está luchando con Alemania contra Gran Bretaña. Esta situación anómala debe quedar resuelta” (Pg 68).
En cuanto a la política interior, el fracaso de la Tercera República se había puesto de manifiesto ya antes de la derrota. Ello llevó al gobierno francés de Vichy a emprender una serie de reformas saltándose el parlamentarismo paralizante anterior. “Pero en su excitación, los franceses cometieron la más elemental de las imprudencias, pues debido a su impaciencia para remediar errores antiguos y transformar las condiciones que habían conducido a la derrota, realizaron grandes cambios estructurales durante la ocupación del enemigo” (Pg 129).
En Vichy primero prevalecieron los tradicionalistas, luego los tecnócratas. En todo caso, no se gestó un Estado de tipo nazi-fascista. En la zona ocupada (costa Atlántica y centro del país), sin embargo, sí actuaron numerosos grupúsculos fascistas que repudiaban al gobierno de Vichy por considerarlo anticuado y ajeno a la revolución fascista.
“A pesar de que con el tiempo perdieron terreno, los tradicionalistas no dieron paso a ideólogos fascistas, sino a técnicos administradores profesionales y hombres de negocios ya destacados durante la Tercera República. Aunque los personajes fascistas alcanzaron cierta prominencia en las cuestiones propagandísticas, en el antisemitismo oficial y, en 1944, en la ofensiva paramilitar de Vichy contra la Resistencia, hubo sectores vitales enteros dentro de la Revolución Nacional –como la finanzas, las relaciones exteriores y los servicios armados- que jamás estuvieron en sus manos.
Judíos son trasladados por la gendarmería para su deportación a campos de concentración.
Uno de los aspectos más tenebrosos de Francia durante la Segunda Guerra Mundial fue su participación en la marginación, primero, y persecución, después, de los judíos. Ya en 1940 se aprobaron leyes que los excluían de diversas funciones públicas.
“Es verdad que a partir de 1942, el proyecto alemán de deportación le fue impuesto a Francia por una orden tajante y a pesar de cierto pataleo por parte de Vichy. Al principio, sin embargo, los alemanes se preocuparon tan poco de las cuestiones internas de Francia que ésta fue utilizada incluso como lugar de destierro para los judíos alemanes. El 23 y 24 de octubre de 1940, y a pesar de las enérgicas objeciones del gobierno francés, seis mil judíos alemanes fueron enviados a Francia desde la región occidental de Alemania. Del mismo modo que Francia no quedó incluida en la «Gran Región Económica de la Europa Media» de los planes de paz alemanes, tampoco fue considerada como parte del área que debía ser «purificada» de la presencia de los judíos. En 1940, por consiguiente, hubo un antisemitismo francés indígena que tuvo plena libertad para sacar a relucir su propio veneno” (Pg 155).
Si bien el régimen de Vichy había tenido como uno de sus baluartes a la hasta entonces maltratada Iglesia, su proscripción de los judíos sembró fuertes tensiones. “El descontento que suscitó entre los católicos la deportación de los judíos (…) adquirió carácter masivo en el verano de 1942, y ésta fue la primera cuestión sobre la cual hubo obispos (como monseñor Salièges de Toulouse, monseñor Théas de Montauban, y el cardenal Gerlier de Lyon) que expresaron su abierta oposición al régimen. Por consiguiente, Vichy dividió tanto a la Iglesia como a la propia Francia” (Pg 141)
Judíos prisioneros en el Velódromo de París antes de ser trasladados a los campos de exterminio del este de Europa.
Cuando Alemania dé un giro a su política y ataque la Unión Soviética, el Partido Comunista entrará realmente en acción. Hasta entonces el ejército alemán se había atenido a las instrucciones dadas en el momento de la invasión: cortesía y respeto con la población, lo que había derivado en una convivencia bastante pacífica, pero las acciones terroristas que se van a desencadenar darán paso a las represalias cruentas.
“El partido comunista pasó del «ni Pétain ni De Gaulle» a la resistencia activa después del ataque de Hitler el 22 de junio de 1941, y toda la capacidad clandestina del Partido se inclinó por el bando de los aliados. (…) Se tradujo en una serie de muertes violentas que situaron la cuestión de la ley y el orden en primer plano en la segunda mitad de 1941. Con el tiempo, los comunistas actuaron en una cooperación más estrecha con los gaullistas, pero en los primeros y angustiosos meses de la Blitzkieg alemana en el este, el terror estuvo a la orden del día. Este terror suscitaría medidas contraterroristas por parte de los alemanes, con Vichy tratando de mantenerse al mismo nivel. (…)
El primer soldado alemán asesinado en Francia después del armisticio fue el cadete naval Moser, acribillado en la estación del metro de Berbès-Rochechouart, en París, el 21 de agosto de 1941. Siguiéndole el suboficial Hoffman, muerto a tiros en la Gare de l´Est el 3 de septiembre, un mayor del Ejército, un funcionario civil también abatido a balazos en Burdeos el 22 de octubre, y –como víctima más elevada en graduación- el Feldkommandant de Nantes el 20 de octubre. Los alemanes reaccionaron con ejemplar ferocidad y, apoderándose de los presos comunistas y comunes ya encarcelados como rehenes, fusilaron a nutridos grupos de ellos a medida que pasaba el tiempo sin conseguir la captura de sus agresores. El 25 de octubre, seiscientos rehenes franceses fueron amenazados y más de un centenar de ellos fusilados, 50 en Burdeos y 48 en un solo grupo en Nantes (…).
Ante estas barbaridades, el mariscal Pétain propuso presentarse personalmente en la Línea de Demarcación, en Molins, a las dos de la tarde del 25 de octubre, como rehén, considerándose a sí mismo como prisionero hasta que los alemanes contestasen a su nota de protesta. (…) No fue necesario que Pétain cumpliese lo prometido, pero Vichy hallose bajo una intensa presión para que contuviese el terrorismo francés” (Pg 190).
La evolución de la guerra llevará al ejército alemán a ocupar toda Francia a partir de noviembre de 1942, Vichy será cada vez más un mero títere. El deseo del régimen de apaciguar al invasor y conseguir de él algunas concesiones acabará por convertirlo en cómplice. Cada vez tendrá menor apoyo popular, si bien el prestigio del mariscal Pétain contará con un vigor inusitado.
Francois Mitterrand, que con el paso de los años sería presidente de la República, recibido por el mariscal Pétain. Mitterrand llegaría a recibir la "Orden de la Francisca" del gobierno de Vichy. Más tarde partiría de Francia y contactaría con De Gaulle.
“El rasgo más notable de la opinión pública acerca de Vichy fue la clara distinción que la gente, en su mayoría, trazó entre Pétain y sus ministros. Los dos primeros ministros de Vichy fueron blanco de atentados, Laval fue herido en Versalles el 27 de agosto de 1941, cuando ya no ocupaba su cargo, y Darlan fue muerto a tiros en Argel, la víspera de la Navidad de 1942. Pétain, en cambio, todavía podía congregar multitudes adictas mucho tiempo después de la ocupación total de Francia en noviembre de 1942, no sólo en ciudades tradicionalmente nacionalistas como Nancy (26-27 de mayo de 1944), sino incluso en el inquieto París tan sólo cuatro meses antes de la Liberación, el 26 de abril de 1944. La presencia de Pétain (…) aportó una cobertura moral al régimen mucho después de haber quedado ampliamente desacreditados los demás miembros del mismo” (Pg 216).
Mitin del mariscal Pétain en Nantes en mayo de 1944.


Mitin del general De Gaulle en Nantes ya liberado en septiembre de 1944.

Acabada la guerra las complicidades eran tantas y de tan diversa índole, que las iras acabaron descargándose sobre gentes a menudo ajenas a los hechos sustanciales del conflicto. Luego, se echó un velo de silencio atendiendo exclusivamente a la Resistencia, de modo que Francia quedase limpia y en igual estatus que las naciones vencedoras. Parece que el tiempo va cerrando las heridas, y el país galo comienza a mirar con serenidad y dolor su reciente historia.

Joven, acusada de colaboracionista, con un niño en los brazos fruto de su relación con un soldado alemán. Con la cabeza rapada y la multitud increpándola.

Joven a quien rapan la cabeza acusada de colaboracionista por haber tenido relación con algún alemán.

Mujeres descalzas, con la cabeza rapada, una esvástica pintada en la frente y sin apenas ropa, acusadas de colaboracionistas, son paseadas para exhibirlas.

Mujeres acusadas de prostituirse con alemanes.


Hombre acusado de colaboracionista en la liberación de Rennes.

domingo, 5 de agosto de 2012

¿Más allá de la naturaleza?



Este verano, viendo a mis hijas gozar de los mayores espacios de libertad que ofrece un pueblo, he reflexionado sobre el particular, y me he planteado lo siguiente:
Las ciudades son ámbitos creados por los hombres ajustándose a sus propios parámetros. En ellas apenas hay naturaleza, todo es fabricado, sistemáticamente civilizado. Sin embargo, esa desbordante presencia de lo humano, lejos de otorgarles seguridad se convierte en una amenaza. Ningún niño anda suelto por las urbes. En el campo sucede lo contrario; lo humano escasea. Allí la naturaleza dicta sus normas, pero en cambio los hombres se encuentran más en su medio, libres, autónomos.

¿Será que hemos olvidado que somos parte de la naturaleza y que su destierro es nuestra perdición?


viernes, 3 de agosto de 2012

El adacadabra de la realidad


Dicen que la magia no es apta para los niños pequeños por la sencilla razón de que para ellos todo es mágico. Tan sorprendente les parece que un conejo salga de una chistera como que al tirar de una cuerda, haciendo girar la polea, el cubo que hemos arrojado a un pozo salga rebosante de agua.

Poco a poco la experiencia nos hace ver como normal lo que sencillamente es frecuente, señalando como extraordinario lo que no lo es.

Cuando la mayor de mis hijas tenía dos años, para distraerla mientras comía (que el doctor Estivill y Súpernanny me perdonen) yo le hacía trucos de magia. En uno de ellos le daba participación. Consistía en poner una servilleta sobre la mesa y después de que la niña pronunciara las palabras mágicas, sacar algún pequeño objeto de debajo. El tema no tenía mucho misterio; yo la distraía haciéndole mirar para otro lado y aprovechaba para introducir el muñequito o lo que fuera bajo la servilleta. El problema vino cuando de tanto repetirlo ella dio por normal aquello. Entonces lo que verdaderamente la sorprendía era que, en ocasiones, pese a decir las palabras mágicas, allí no aparecía nada.

Los auténticos filósofos, como los niños, deben tener capacidad de asombro. Sin esta no hay preguntas, ni búsqueda, ni curiosidad. A mí, que no soy ni filósofo ni niño, me sigue produciendo estupor la naturaleza. Por ejemplo, cómo las plantas y los animales han desarrollado mecanismos adaptativos sin tener conciencia de ello. O por qué los cuerpos con masa se atraen. O cuál es la razón de que la luz tenga una velocidad constante y concreta, esa y no otra. La ciencia trata de explicar todas estas cosas, pero en el fondo no hace más que elaborar herramientas descriptivas, sin llegar a desvelar dónde está el truco. Es como si mi hija, en aquella primera infancia, hubiera establecido una ley por la cual cada vez que se dice “abracadabra” un muñequito aparece debajo de la servilleta.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Rasmia



Vestida de baturra, la peduga de tres años estaba plantada en mitad del escenario. Un veterano jotero la acompañaba porque la artista tenía vergüenza, y así, con el otro al lado, parecía más dispuesta a actuar. El teatro de Villarroya de la Sierra estaba lleno a rebosar pese al intenso calor propio de un 24 de julio por la tarde. Todos los ojos se dirigían al escenario cuando la guitarra y la bandurria comenzaron a lanzar sus acordes y aquella simpática criatura se vino arriba y comenzó a cantar a todo pulmón:

“Aunque me vean ustedes 
tan pequeñica y sincera, 
no crean que tengo miedo, 
que me atrevo con cualquiera”.

Mientras la veía, me venía a la cabeza una palabra típicamente aragonesa: “rasmia”. Tener rasmia equivale a poseer empuje, tesón, nervio, arranque, a no amilanarse ante la adversidad. La persona sin rasmia es apocada, falta de carácter, sin espíritu ni iniciativa. Aquel retaco desde luego tenía rasmia. Y yo pensaba que es precisamente lo que más precisamos en estos tiempos difíciles; arranque, garra, tirar para adelante aunque sea con el hígado entre las manos, apretar bien los dientes y decir: “de esta salimos aunque nos dejemos la vida en ello”.

Como se puede uno imaginar, la ovación fue cerrada. Yo, desde luego, me dejé las manos.