Correo electrónico

BITÁCORA DE RAFAEL HIDALGO

sábado, 30 de septiembre de 2017

De banderas, trapos y equidistancias



De vez en cuando veo escritos u oigo comentarios según los cuales una bandera no es más que un trozo de tela, "un trapo", y que, por tanto, no merece mayor consideración que una bayeta o un retal para limpiar el polvo.

Casualmente esas "reflexiones" acostumbran a salir a colación cuando la protagonista es la bandera española. Luego, ironías de la vida, quien tal dice puede acudir a un partido ataviado con la bufanda de su equipo o con la camiseta con los colores del mismo, o enarbolar orgulloso la bandera de alguna causa que considere justa.



Y es que además de la obviedad de que una bandera está hecha con un trozo de tela, también lo es (o debería serlo) que es algo más. ¿Qué? Precisamente eso: la representación de una causa.

Por eso no todas las banderas son iguales, porque todas las causas no valen lo mismo. No es igual de respetable defender la vida del inocente que las leyes segregacionistas, por ejemplo.

Somos seres corpóreos, y por ello necesitamos tangibilizar las realidades con que nos relacionamos, desde un pacto a través de un apretón de manos, hasta que somos novatos conduciendo y deben ser comprensivos con nosotros (de ahí la famosa ele).

A mí no se me ocurriría (y creo que a nadie en sus cabales y con un mínimo sentido moral), digo que a mí no se me ocurriría cogerle a un compañero la fotografía en la que aparecen retratados sus hijos y rasgarla delante de él mientras le explico que sólo rompo un pedazo de papel, que eso no tiene ningún valor, que hay muchos folios en la oficina y puede enmarcar otro.

"¿Por qué te molestas si sus hijos siguen gozando de buena salud y los tienes en casa? ¿Acaso por verme romper un pedazo de papel?" Por supuesto que no. Lo que yo he roto no es un mero trozo de papel, sino una representación de algo (o alguien) que para mi compañero tiene mucho valor. Y ya se sabe, y si no se sabe lo explico yo, que la representación en cierta manera contiene lo representado, aunque sólo sea en forma de manifestación, esto es, de ponerlo de manifiesto.

No es que haya roto un folio que era de él; es que he roto la foto de sus hijos.

Cuando la noche del 10 de mayo de 1933 los nazis quemaron montañas de libros, no se limitaban a hacer hogueras vistosas con papel tintado. Aquel acto tenía un carácter moral claro: la persecución del disidente.



En España la bandera nacional frecuentemente se ve como molesta. Hay ámbitos de excepción, como el deportivo, pero fuera de ahí tiende a tacharse de sectaria, más aún, de reaccionaria (no así las banderas secesionistas de algunas regiones, por rancias y fanáticas que puedan ser las propuestas que representan). Se echa la culpa a Franco, como de casi todo lo que nos molesta, se ha convertido en un lugar común tan socorrido como cansino, pues si bien es cierto con él se reinstauró la bandera bicolor, no lo es menos que no la inventó, sino que la tomó de la que históricamente había, con lo cual a estas alturas de la película su papel ya poco debería pintar para bien o para mal.

La actual bandera de España data de la época de Carlos III, cuando países como Italia o Alemania todavía no se habían constituido como nación. La enarbolaron quienes constituyeron las primeras Cortes liberales en Cádiz, quienes defendieron Cuba o Puerto Rico de la invasión Norteamericana, quienes realizaron por primera vez un vuelo entre España y América en el Plus Ultra. También la Primera República la hizo suya, y sólo, en esos más de dos cientos años, la Segunda decidió no hacerlo (en un gesto poco inteligente a mi parecer, pero en el que no me voy a detener pues no es el objeto de este escrito). Es llamativo que la bandera de la Segunda República aparezca en manifestaciones separatistas, como si representara algo opuesto a la Nación Española. Contaba Julián Marías cómo durante la guerra civil en el frente republicano se las veían y se las deseaban para poder izarla pues tanto los separatistas como los marxistas la veían como lo que era, la enseña nacional.

Seamos claros, el problema no es que la bandera sea de tela o de éter místico, sino es España misma, que es lo que dicha bandera representa. Estamos sumidos en una crisis de proyecto nacional grave. En mayor o menor medida se nos hace extraño, ajeno. El mal no es nuevo, pero la dilatación de la enfermedad lo acentúa.

Ahora esta prolongada enfermedad se ha manifestado de forma palmaria en Cataluña. Y más allá de aciertos o errores políticos ha habido una reacción popular extendida en casi toda España que nada tiene que ver con éste o aquel partido (si acaso algunos de los partidos están descolocados ante la misma), sino con la percepción de un enorme número de ciudadanos (aparentemente al menos una mayoría) de que la Nación Española todavía es algo valioso, algo nuestro, de que juntos somos más, de que tenemos una Historia compartida fundada en un proyecto de convivencia que no tiene por qué extinguirse, si acaso actualizarse y vigorizarse. Y ese sentir se expresa, porque, insisto, no somos angélicos, a través de signos sensibles, como puede ser poner una bandera roja y amarilla en la ventana o el balcón.

Desconozco si esta reacción popular será duradera o pasajera. Si por fin asumiremos con naturalidad nuestros símbolos nacionales, sin rubores ni espasmos, como hacen en casi todas partes, o volveremos a nuestros complejos arraigados. Tal vez un día, sólo tal vez, un cantante español podrá salir a un escenario con la bandera de su país sin tener que dar mil explicaciones ni temer que lo etiqueten de esto o de lo otro. Hasta entonces llevaremos camisetas de Iron Maiden con la bandera británica y recordaremos los 80 con el Born in the USA de Bruce Springsteen.





jueves, 28 de septiembre de 2017

Un libro sobre educación y una sugerencia para su autor, Gregorio Luri



Si Nietzsche levantó acta de defunción de Dios (a todas luces precipitadamente), Gregorio Luri notifica en sus escritos (cuerdamente) la muerte del buen salvaje.

El buen salvaje es un mito moderno (la modernidad tiene sus mitos tan activos y poderosos como los vikingos o los dóricos) y este del buen salvaje roussoniano es de los que ha gozado (y sigue gozando) de mayor aceptación.

El caso es que en su último libro Luri contrapone dos tipos de familias, aunque de vez en cuando deja asomar fugazmente una tercera clase: las familias normales, es decir, aquellas en las que sobre la base del amor sus miembros soportan mal que bien sus imperfecciones y sacan las cosas adelante como buenamente saben, y las familias perfectas, que son las que -hablando de defunciones- han olvidado que don Perfecto se murió, y ahí están, dale que te pego, buscando no errar, como Descartes, pero sin acabar de encontrar la glándula pineal que una sus primorosos ideales con el mundo tangible en que pasamos nuestra existencia.

He dicho que en contadas ocasiones menciona de pasada un tercer tipo de familia, y me refiero a la que es incapaz de establecer un sustento de amor, pero apenas se deja ver, pues no se dirige a ellas este su Elogio de las familias sensatamente imperfectas.

Un libro en el que sale a colación "el gran Bruce Lee" y en el que se cita a Unamuno, tenía su puntito para despertar mi simpatía. Un libro en el que vierte su experiencia y sensatez Gregorio Luri, me tiene definitivamente ganado.

Lo he leído en una tarde, de una atacada. Ya me lo han pedido mi señora madre y mi señora hermana. Seremos generosos; que no se diga. Me han salido varias páginas pegadas pero dos en concreto han quedado dañadas al separarlas: Ariel, más cuidado. Buena cubierta, excelentes ilustraciones, letra bien legible, hojas recias, a ver si al final se nos va a ir la mano con la cola.

Y antes de acabar, una sugerencia para el autor. Ha publicado ya unos cuantos libros sobre educación en los que, de vez en cuando, se ilustra la exposición con breves ejemplos de maestros, padres, educadores varios, que hicieron esto o lo otro. ¿Por qué no un libro centrado exclusivamente en ellos? Es decir, invertir la fórmula. Por qué no presentar historias, modelos reales que nos pongan a la vista lo que otros hicieron. Aunque pueden parecer pasadas de moda, las vidas de santos resultaban más edificantes que los más sesudos tratados de teología. ¿No se dice en el libro que resulta más instructiva la emulación, el contagio, la ósmosis, que cualquier argumento moralizante? Pues al lío.

Ahí dejo el guante.

Conclusión para lectores: un libro accesible y edificante para personas normales y extraordinarias, como tú y como yo, que quieren educar bien a sus hijos pero son de este mundo.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!



Atrévete a saber. Busca, piensa, mira, averigua. No esperes a que otros te den todas las pautas. Fórmate. ¡Despierta!

Eso te propongo en mi último vídeo:

Sapere aude!

lunes, 18 de septiembre de 2017

¿Por qué me gusta Luciano Canfora?




¿Por qué me gusta tanto Luciano Canfora?

Porque es desconfiado, y esto, que me revienta en cualquiera, en un historiador me parece una cualidad impagable.

Canfora pone la misma atención en lo que dejaron escrito quienes nos precedieron que en lo que callaron, pues a menudo los silencios son más locuaces que las palabras. Y él, que tiene alma de sabueso, se resiste a soltar su presa; escudriña, exprime, mira bajo las alfombras, interroga a los muertos para que nos cuenten sus verdades más ocultas.

Así, quita a Jenofonte su disfraz de aventurero filósofo y nos descubre al hiparco cómplice de los Treinta Tiranos que acabará manchado de sangre y asqueado del despotismo de sus compañeros. Señala el chaqueterismo de Terámenes, uno de los líderes del régimen oligárquico de los Cuatrocientos, que se pasará al bando democrático cuando su olfato político le advierta del cambio de vientos, y más tarde se unirá al golpe olgárquico del 404 a.C.

Qué decir de Crítias, cabeza visible de los Treinta Tiranos, con un pasado tan versátil como el de Terámenes, al que en su momento se unió en su transformismo político y al que silenciará con una ejecución sumarísima cuando llegue al poder.

¿Y Antifonte? Ha quedado como orador y escritor de discursos hechos por encargo, y, sin embargo, fue el auténtico inspirador del régimen de los Cuatrocientos, con el cual, posiblemente, cooperó el propio Tucídides, el gran historiador de Atenas.

Da gusto leer a este hombre que tanto sabe y tan bien cuenta. Eso sí, sus libros no son para todos los públicos. Hay que tener cierto conocimiento previo para no perderse, pues hace tan pocas concesiones a sus lectores como a los protagonistas de sus estudios.

Además, vuelve muchos prejucios del revés. Muestra qué era de verdad el demos. Los vínculos de las democracias de las colonias griegas en Italia con la tiranía. Los de la oligarquía con las revueltas de los esclavos. La masonería de la época mediante asociaciones conspirativas llamadas "heterías", donde la oligarquía preparaba sus golpes de Estado. La irresponsabilidad de la asamblea ateniense en episodios tan negros como el envío de una flota a Sicilia que reabriría la penosa guerra contra Esparta, y tantas y tantas cosas.

Y aquí estoy yo, con El mundo de Atenas en mis manos, entendiendo el presente con la mirada puesta en nuestro pasado.

Canfora, un Sherlock Holmes de la Historia "made in Italy".




viernes, 15 de septiembre de 2017

Duelo de filósofos (el choque tenía que llegar)




Sí, amigos, ha habido choque. No podía evitarse. Tenía que llegar. Era un imperativo (filosófico).

El canal Adictos a la Filosofía y Polizón y Náufrago han medido sus fuerzas. Dos masas grises. Dos inteligencias; o más bien, dos inconscientes batiéndose en duelo.

No os perdáis este último vídeo, es para rugir.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Tadeo Jones 2 o cómo una película española toma la delantera a Pixar y Disney



Definitivamente ha quedado invalidado el dicho aquel de segundas partes nunca fueron buenas. IM-PRE-SIO-NAN-TE. ¡¡Impresionante!! Tadeo Jones 2. El Secreto del Rey Midas, ¡plas, plas, plas!

Esta tarde he ido al cine con mis dos acompañantes favoritas y no hemos parado de reír y de disfrutar. La primera película ya me gustó mucho, pero con esta se salen. Atrapa desde el principio, con un ritmo vertiginoso que no te suelta ni un segundo. Repleta de gags de humor a cada cual más genial; y con elementos tan de agradecer como el amor como motor fundamental de la vida o que los buenos sean buenos y los malos, malos.

Recomendadísima para todos los públicos. Como diría el conocido presentador: "permíteme que insista: ¡recomendadísima!

PD. Sospecho que esto no es más que el principio de una larga amistad.

martes, 5 de septiembre de 2017

España en manos de descubridores de firmamentos




En 1995 tuve la oportunidad de hacer una extensa entrevista a Julián Marías. En la misma abundan las reflexiones sustanciosas del gran filósofo. Como viene muy al caso, ofreceré para muestra este botón:

"Escribí en 1965... quince artículos en Barcelona titulados Consideración de Cataluña... Con gran entusiasmo por Cataluña; con bastante conocimiento que tengo de ella, de su lengua, de su literatura, de su historia, de sus características.
Este libro mereció la aprobación entusiasta de Tarradellas, que era entonces presidente de la Generalidad en el exilio, en Francia...
Las regiones tienen mucha personalidad y deben tenerla porque eso da la variedad que hay en España, pero me parecía un error total plantear las cosas desde el punto de vista nacionalista. Yo soy enemigo de todo nacionalismo. Hay que ser nacional, pero no nacionalista. Se pertenece a una raza, pero no hay que ser racista.
Evidentemente me parecía erróneo el planteamiento nacionalista de lo que no son naciones ni lo han sido nunca. EN ESPAÑA NO HA HABIDO MÁS NACIÓN QUE ESPAÑA... No ha habido ninguna nación en España hasta los Reyes Católicos...
Es una cosa ridícula que se llame comunidades históricas a Cataluña, el País Vasco y Galicia, y no se hable ni de Castilla ni de Aragón, que son evidentemente el origen de la Nación Española como tal."

Como se ve, nada nuevo bajo el Sol, y sin embargo las sombras crecen.
No me resisto a incorporar una cita de don José Ortega y Gasset, maestro y amigo de don Julián. Me refiero a la definición que daba el autor de La Rebelión de las Masas de "provinciano":

"Provinciano es el que cree que su provincia es el mundo y su pueblo una galaxia".

En España los "provincianos" se han adueñado del escenario y nos descubren multiversos cada día.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Lo que el ciego Borges vio en el cine

Borges confesaba que en su juventud sintió entusiasmo por la revolución rusa triunfante: no más fronteras, no más guerras, no más desheredados, pero el desencanto no tardó en llegar, eso sí, de una forma un tanto peculiar, ¡contemplando el cine soviético!

"Yo vi el Acorazado Potenkin y vi que los enemigos en ningún momento quedaban bien. Estaban hechos sin ninguna generosidad. Ya se veía el fanatismo (...) Qué lindo film, y al mismo tiempo esto muestra una mente horrible".

Con reflexiones como ésta, ¡cómo no me va a caer bien Borges!

Y qué bien se habría entendido con otro escritor genial como Pérez Galdós, rebosante de generosidad en su pluma. Por ejemplo, en los Episodios Nacionales referidos a la guerra de independencia toma partido por España de la mano de Gabriel, pero a la vez se recoge el valor de los franceses, su entrega en la batalla, su patriotismo, la añoranza por sus hogares, son seres humanos con sus dudas y pesares, no caricaturas.

Es un buen termómetro del fanatismo, en la vida y en cualquier foro, cuando el que no piensa como uno no es que yerre, es que es idiota perdido.